Subestimar el rendimiento es un pecado que casi siempre se paga con creces en una cancha de fútbol. Peor aún con uno de los jugadores más regulares del año como Braynner García, un zaguero central cuya mayor virtud debe desencadenarse en los entrenamientos, porque dentro de los 1324 minutos oficiales de juego que lleva en este 2016, ha sabido exponer otra realidad: la discreción más formidable para el error.
El colombiano Braynner García es sinónimo de valentía y del más humano relato de superación. No es extraordinario desde la técnica, ni prodigioso para lo táctico, pero su esfuerzo le ha valido titularidad absoluta en el mejor equipo de la primera mitad del año. Quince partidos de titular y apenas una vez cambiado, cero goles, siete amarillas y ya muy cerca de alcanzar los 1590 minutos discretísimos de 2015, que le valieron la renovación por una temporada más. O es que el juego tiene mucho de engaño e irónico, o es que hay algo que no vemos con el mismo fervor de quienes eligen contratar.
Ante Juan Aurich, Braynner García fue demoledor. Protagonista en dos goles, supo romper un rendimiento tradicional de regular a malísimo. Sí, todos tenemos una mala tarde, dirán. Pero es necesario resaltar que ante una estructura debilitada por ausencias tan gravitantes como las de seis seleccionados, la expectativa mínima apuntaba a la lucidez de los referentes que restaban. Y el colombiano, por nacionalidad y salario, era uno de ellos.
Pero su caso, aunque singular, no es único. En la otra vereda hay competencia: Walter Ibáñez había redefinido el hábito de los centrales con la supremacía de la capacidad goleadora sobre el cumplimiento de su rol. El uruguayo hacía gala en 2014 de aquella frase trillada de que la mejor defensa es el ataque: no defendía, pero tenía gol.
Formidable gracias a la prensa, su retorno este 2016 ha sido devastador. 1140 minutos, 16 partidos, 2 goles, 7 amarillas y 0 expulsiones. Su mayor mérito se sintetiza en mantener la cinta de capitán y el rótulo de referente, pese a su irregularidad. Ni en el peor momento, tras la derrota en el clásico, dejó de estar presente en la cancha. Ante Municipal, como Braynner, fue tan discreto para el error que incluso Roberto Mosquera culpó a Duclós.
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